Por José Ramón Suárez Rivas
Ni el propio Daniel Goleman podría dar crédito a la omnipresencia del término inteligencia emocional desde que en 1995 publicara su best seller mundial. Solo en Google la búsqueda arroja 15 millones de resultados aproximadamente. Aunque surgió para dar a conocer los descubrimientos sobre el cerebro y las emociones y sus implicaciones en las escuelas y el desarrollo infantil, ha sido una magnífica sorpresa su influencia en el mundo empresarial respecto a una nueva forma de concebir el liderazgo empresarial: “mandar con corazón”.
La inteligencia emocional entendida como el adecuado conocimiento y gestión de las emociones dispara la eficacia del liderazgo. El líder tiene la tarea fundamental de despertar los sentimientos positivos de sus colaboradores: la inspiración, el entusiasmo, la motivación… Ese clima es el más propicio para que se desarrollen las personas y saquen lo mejor que llevan dentro: su talento.
El modelo de Goleman se centra en la conducta, en el rendimiento laboral y en el liderazgo en las organizaciones. Tiene dos competencias principales (personal y social), que dan lugar a cuatro dominios (autoconciencia, autogestión, conciencia social y gestión de las relaciones), que en total abarcan dieciocho capacidades asociadas. Profundizaré un poco en ello:
La competencia personal se refiere a la relación que tenemos con nosotros mismos: autoconciencia y autogestión y es la buena correlación entre ambas la que lleva al autodominio, es decir, alcanzar el estado cerebral más adecuado para realizar una tarea.
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