
La agilidad emocional es la capacidad de conectar con nuestro mundo interior; de convivir con nuestros pensamientos, emociones y recuerdos de forma saludable, y en coherencia con nuestros valores. Esta habilidad fundamental ha sido estudiada en profundidad por la psicóloga Susan David, quien plasmó su investigación en el bestseller Emotional Agility, traducido a 30 idiomas.
Abordar las experiencias internas de forma consciente, productiva y fundamentada en valores, en lugar de reprimirlas u obviarlas, es la base para un verdadero cambio de comportamiento. La propia Susan llegó a esta comprensión a partir de una experiencia personal traumática, como fue la muerte de su padre cuando ella tenía 15 años. Durante un tiempo, siguió adelante con su vida cotidiana, como si nada hubiera ocurrido, hasta que una de sus profesoras le pidió escribir sus emociones en un cuaderno. Así empezó un viaje de curación.
“Sin que ella se diera cuenta, me estaba ayudando a entrar en el proceso de pasar de una grandísima tristeza, de un dolor máximo, a empezar a comprender. Ella no solo me invitó a escribir un diario, sino que me llevó a un sitio diferente donde me sentía aliviada, recuperada y curada, a través de ese proceso de escritura. Mientras yo relataba mi vida, ella era testigo de lo que contaba. Mi profesora simplemente creaba el espacio para que yo lo hiciera –por eso ella escribía sus anotaciones a lápiz y apenas marcadas–, porque solo a mí me correspondía contar la historia de mi vida, tal y como me explicó décadas después. Cuando ella participaba de ese proceso de ser testigo, me daba libertar para escribir; y cuando tenemos autonomía, nos conectamos con nuestra motivación”. Por eso, generar espacios de relación con nuestras emociones nos ayuda a progresar. Esto representa un reto no solo para los educadores, sino también para los líderes de cualquier organización.
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